lunes, 19 de agosto de 2013

Caída libre

   Caigo. Corto el aire enrarecido de este pozo sin fondo. Aún no he visto el final, y hace tiempo ya que dejé de ver la luz del agujero por el que me lancé. Ya no recuerdo por qué lo hice, pero sigo cayendo sin remedio. Sin remedio porque cualquier obstáculo que frenara mi caída significaría mi muerte. El viento truena en mis oídos y hace ondear mi ropa, casi desgarrándola. Me cuesta ordenar mis pensamientos, y en cuanto abro la boca se me llena de aire, impidiéndome hablar y casi tomar aliento. Mi cuerpo gira y da vueltas de campana, haciendo caso omiso a mis esfuerzos por encontrar una posición algo más cómoda.
   Me doy cuenta de algo, algo curioso. Estoy relajado, y contento. Relajado porque sé cómo va a acabar esto, que pronto moriré, así que no hay de qué preocuparse. Contento porque estoy cumpliendo uno de mis grandes sueños. ¡Estoy volando!
   ¿Qué me ata ya a este mundo? Mi conciencia, y dentro de poco ni eso. Debería despedirme, pues este momento es tan bueno para morir como cualquier otro, y nunca se sabe. Pero antes...
   Plof.