sábado, 2 de noviembre de 2013

Aromas mates

   Subí el primer escalón de forma silenciosa, escondiéndome entre la algarabía de los demás ruidos.
   Tenía delante a mi objetivo, el profesor de matemáticas. Por fin podía analizarlo a placer. Hasta ese momento lo había estudiado con la vista y el oído. La oscura, ceñida chaqueta de tweed que siempre llevaba, sus pantalones algo holgados y su voz cascada por los años y la bebida me habían contado más de él de lo que había averiguado por otros medios. Pero allí, subiendo las escaleras de pausadamente, a escasos centímetros de mí, estaba expuesto a que le oliera. El olor de una persona te puede decir mucho sobre ella. Así que le olí.
   Pude distinguir claramente dos olores: el del cuero, que confirmaba mis sospechas sobre el material de su chaleco nuevo, que vestía bajo la chaqueta, y el del pastel de su almuerzo, el cual contribuía a la parcial información sobre sus gustos. Pero había algo mas. Un movimiento de su brazo, un giro en la escalera y un tropiezo casual me permitieron ver una taza agarrada entre sus dedos, sudorosos y algo manchados. ¿Té? ¿Café? Aspiré de nuevo. Allí estaba. Chocolate. Ya lo tenía, eso era lo que tomaba a todas horas.
   Presumido, goloso y poco cuidadoso con su imagen.
   Perdido en mis ensoñaciones, lo vi marcharse. Corrí tras él. Llegaba tarde otra vez.

1 comentario:

  1. Quisiera añadir, para aquellos que puedan leerme, que el guiño chistoso del título se le ha ocurrido a una persona inglesa. Un saludo, de parte de un soñador esperanzado.

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