viernes, 1 de noviembre de 2013

Reflejo

   Y ahí está.
   Una figura en el cristal, frente a mí. Una sombra sin cara. Un extraño. Es corpulento, la forma de su pelo se parece a la del mío, sus manos cuelgan en idéntica posición a la propia. Pero no puedo ser yo. No puede ser mi imagen. Yo no soy ése. Los míos no son los oscuros ojos que me devuelven la mirada desde su sombrío rostro.
   Entonces, ¿quién es? ¿Acaso una copia de mí mismo? ¿Pretende suplantarme? ¿O sólo atormentarme? Su respiración lleva el mismo compás que la mía; un escalofrío me recorre la espalda. Decido hacer algo y alargo un brazo. Impasible, e imitando mis movimientos, extiende también su brazo. Cuando ambas manos se encuentran, tan sólo la yema de los dedos, siento los suyos fríos, presionando.
   Sin demasiada prisa, pero con seguridad, retiro la mano, devolviéndola a su lugar original y, muy lentamente, me alejo del vidrio. Él se aleja a un tiempo, y nos vamos distanciando cada vez más, sin dejar de mirarnos, hasta que se convierte en un punto en la distancia. Hasta que dejo de existir para él, y él deja de existir para mí, y los dos seguimos nuestras vidas tratando de olvidar al ser que habita al otro lado del cristal.

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