miércoles, 25 de diciembre de 2013

Homúnculo

  Era un hombre reducido a lo mínimo. Tenía lo justo, lo cual era casi como no tener nada. No tenía ropa, casa, ni trabajo. Su única labor era existir, ya que no hacía otra cosa.
   No estaba en ninguna parte, no tenía movimiento ni pensamiento. Tenía la capacidad para obrar, pero carecía de la energía para hacerlo. Tenía los ojos cerrados. Era una carcasa. Mas no se le puede culpar por ello, pues él no tenía ni idea de todo esto.
   Era como un ser humano salido de fábrica, sin opinión ni posesión. Una máquina desconectada. Y es precisamente esto lo que nos permite verle como algo útil, materia prima moldeable para, en un futuro, servir de algo. Casi un diamante en bruto, se podría decir.
    Aun así, nada cambiaba; él no había tenido pasado y, mientras se encontrara en esta peculiar situación de estar inconsciente en ningún sitio, no tendría futuro.
   Era un hombre que, por no tener, no tenía de nada.

   De pronto, en un momento dado, una luz externa le alumbró. Le introdujeron un solo pensamiento; una frase, en su cabeza. Un ente superior, quizá su creador, le encomendó una misión. Su cerebro le fue encendido, y sin saber cómo, supo lo que tenía que hacer. Despertó.

   Abrió los ojos, y se descubrió frente a una hoja de papel, con una pluma de plata entre sus dedos. Aún desnudo de carne, pero ya no de mente, sabía que era primordial que cumpliera con su cometido, y en su cabeza encontró los conocimientos necesarios para ello.
   Todas estas cosas abrumaron un poco al hombre sin cosas, pero sabía que tenía que hacerlo, y no vaciló.
   Se acercó al papel y escribió en trazos elegantes e claros la frase que había sido implantada en su mente, que le había traído a la vida.
  
   En cuanto levantó la pluma de la última palabra, se desvaneció, y así lo hizo también la plateada pluma, dejando únicamente la negra frase en la amarillenta hoja, que rezaba:

   "Feliz Navidad a todos, y gracias por leerme"

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