sábado, 31 de enero de 2015

Bruma

  ¿Dónde estoy?
  Una neblina me rodea. Es pegajosa y espesa, y se cuela dentro de mí. Puedo moverme un poco, pero los músculos me pesan; torpeza y lentitud. Mis pensamientos son espesos, como si mi cabeza no fuera la mía y todo estuviera hecho un caos. Todo, dentro y fuera, es de un gris sucio, del color de la nieve pisoteada y embarrada. En el aire, casi irrespirable, flotan la apatía y el desinterés. La soledad.
  Es agobiante. Hace un poco de frío y hay humedad, pero apenas si noto eso.
  Las siluetas de algunos edificios se adivinan cerca, así que intento dirigirme a ellos. Pero no he logrado avanzar ni medio metro cuando se derrumban en silencio, desapareciendo como si nunca hubiesen existido.
  De pronto, un grupo de figuras me rebasa. Sus pasos no hacen ruido; sostienen faroles de aceite y se mueven lentamente, con elegancia, como si nada les afectara.
  Trato de llamarles a gritos, pero de mi boca no sale sonido alguno. Siguen caminando hasta que los jirones de esta niebla maldita se los tragan y vuelvo a quedarme solo.

  Entonces, empiezo a oírlo. Una especie de lamento, sutilmente angustiado, secretamente atormentado, que parece sonar desde todas y ninguna parte. De hecho, siempre ha estado ahí. Me doy cuenta de que pertenece a este lugar ceniciento, de que lo acompaña, realzándolo.
  Miro a mi alrededor, intentando encontrar un origen. Me giro, claro. Y entonces la veo.

  Tras de mí, algo de luz. La fuente, el manantial del que surge ese lamento, ese gemido, esa voz trágica, y su dueña.
  Cantando frente a mí, me mira fijamente. Solloza con suavidad. Me acerco, ya libre de mis ataduras, la bruma dentro de mí evaporada, y la acompaño en su llanto, abrazándola.

1 comentario:

Desde el equipo técnico comunicamos muy orgullosamente que puedes escribir aquí cosas.
Es flipante la tecnología esta, ¿eh?
¡Prueba, prueba!