viernes, 18 de diciembre de 2015

Solicitud de empleo

  Buenos días:
  Escribo para solicitar un puesto de trabajo en su empresa, ese tan codiciado puesto de catador de sofás. Y lo hago a sabiendas de que sus criterios de contratación son famosos por su rigidez y dureza. Permítame que me explique.

  Aunque soy joven, mi falta de experiencia vital se ve compensada con total seguridad por mi amplia experiencia en el campo que nos ocupa: los sofás.
  Hace ya más de cinco años que utilizo los sofás con regularidad. Los utilizo para estudiar, comer, ver películas y leer, entre otros. Huelga decir que duermo las siestas en ellos y que, por supuesto, son, las más noches, mi lugar de descanso. Con el tiempo he ido adquiriendo algunos gustos y manías, junto a un riguroso sentido crítico de cara a la calidad de cada uno.
  Cabe mencionar también que, en mis viajes, he tenido la oportunidad de conocer sofás de todos los continentes, así como de experimentar con las múltiples formas de utilizarlos.
  Tras la prueba de más de doscientos sofás en mi último viaje, valoré (con una rúbrica que adjunto) todos los aspectos que podían ser juzgados de cada sofá. Fue una experiencia muy enriquecedora que, confío, me será de gran ayuda si deciden aceptarme en su plantilla.

  Asimismo, tengo una serie de proyectos de sofá diseñados con todas las especificaciones, listos para ser analizados y fabricados. No están hechos a la ligera, y cualquiera que los pruebe no encontrará en ellos nada que no pueda ser calificado como "exquisito".
  Le aseguro que soy una persona trabajadora y de confianza, que se toma su trabajo muy en serio e intenta hacerlo todo lo mejor posible. No le engañaré; no todo en mí es bueno: quizá mis mayores defectos sean que trabajo demasiado duro y que soy muy crítico conmigo mismo.

  Y es por todo esto que creo firmemente que soy la persona más apropiada para el puesto, y que sería una gran adquisición en su compañía. Si tiene alguna pregunta, por favor no dude en hacérmelo saber, y responderé gustoso a cuantas cuestiones le puedan surgir. Si me concede esta oportunidad, sepa que quedará satisfecho.

  Agradecido de antemano, espera su respuesta,

J Blacksmith


PS: Como usted sabrá, en ocasiones un mismo sofá puede ser utilizado por dos personas, con distintos fines. Se me ocurre que podría ser de utilidad tener una compañera, sabe usted, para que mi labor sea más efectiva. Si considera ésta mi propuesta, tengo una lista de sugerencias que puedo hacerle llegar, para que no tenga usted que partir de cero. De nuevo, gracias.

viernes, 11 de diciembre de 2015

C ("Cumpleaños" o "Confesión")

  Siempre deseando, siempre, siempre. Siempre esforzándome un poco más, sin comprender que jamás lo conseguiré. Malgastando mis deseos de cumpleaños en ello.
  Debí haberlo entendido al principio, cuando los demás niños se burlaban de mí, por mis caras, por mi forma de hablar y de moverme, por mi pelo de escoba. Que no era como ellos, que jamás podríamos jugar juntos, que jamás podría estar a su altura.
  Y las chicas, oh, las chicas. Aquella etapa debió demostrármelo definitivamente, que no había forma de ser como ellos, de ser lo que ellas esperaban de mí y cumplir con sus expectativas. Que por muy "mono" que pudiera parecer, que por muy "especial" que me dijeran que era, lo nuestro nunca estaría bien visto, nunca sería "natural". Y todas fingían. Debí asumir que el amor tampoco era para mí.
  Los adultos no se quedaban atrás. Mi padre decía estar muy orgulloso, pero yo le oía llorar de vergüenza cada noche, cuando volvía con los libros ajados y aquel precioso estuche vacío. Se avergonzaba de mí, de lo que yo era, de haber participado en ello. Y él sólo era el más educado de los adultos; los demás me señalaban por la calle, riéndose en voz baja y comentando con sus amigotes, dándome golpecitos en la espalda: "Venga, chaval, que no es para tanto". Las mujeres me miraban con cara de pena, pero también susurraban sobre mí. Corrían las cortinas cuando yo pasaba.

  Es cierto que mis cumpleaños se prueban siempre de los peores días del año, con las sonrisas falsas, con el falso interés por cómo me va, con las visitas de familiares lejanos de mi padre que sólo quieren tener comidilla un año más. Es cierto.
  Pero lo de este año. La pastelera, que me miraba con más lástima que nadie, hizo por mi cumpleaños una tarta de astillas, ¡de astillas! Pretendiendo que me gustara y que pudiera tener una tarta para mí. Sólo era otra forma de mostrar al mundo que yo no era uno más, que era un bicho raro.
  Pero, por una vez, ¿tan difícil sería que se cumpliera mi deseo? Yo no quiero ser un niño de palo, un niño de madera.
  Yo sólo quiero ser un niño de verdad, maldita sea.

martes, 8 de diciembre de 2015

"Un texto que no tiene nada" o "Tímida experimentación con el teatro"

(Suena un tono. Dos. A mitad del cuarto contestan).
A.: ¿Diga?
E.: Hola, abuela, buenas noches.
A.: ¡Ay, hola, cariño! Dime, ¿qué es?
E.: Te llamo para recordarte que te tomes la pastilla, que esta mañana me has dicho que siempre se te olvida, y yo sé que luego no duermes nada por las noches.
A.: Ah, sí, es verdad, es verdad. Muchas gracias.
E.: Pero sácala ya, que si no luego se te olvidará.
A.: Bueno, vale, ya voy.
E.: Eso es. ¿Ya la tienes?
A.: Voy, voy, un momento, que tengo las piernas mal.
E.: No te preocupes, que es una llamada de fijo a fijo y tengo toda la noche.
A.: Ya está.
E.: Bien, ahora déjatela donde la puedas ver y en cuanto acabe tu programa, te la tomas y a la cama. ¿Vale?
A.: Sí, sí, no te preocupes.
E.: Vale, pues eso era. ¿Todo lo demás bien?
A.: Bueno, ya sabes, más o menos. Como podemos.
E.: Bueno, pues ánimo.
A.: Vale, venga, gracias por acordarte.
E.: De nada. Buenas noches, abuela.
A.: Venga, buenas noches, cariño.
(Cuelga ella primero).

martes, 1 de diciembre de 2015

De algodones

 Estás en la cama, con la luz apagada, intentando dormir.

 Notas de pronto una molestia en un hombro. Alargas la mano para rascarte, pero topas con algo. Intentas apartarlo, pero no se mueve; está clavado. Es fino y metálico. Lo sigues hasta palpar una jeringuilla. Tus dedos suben y envuelven una mano enguantada, una mano que, inmutable, hunde el émbolo con firmeza.
 La luz se enciende y ves, al final de un brazo larguísimo, a tu madre.

 Te sonríe.