miércoles, 20 de enero de 2016

Deslizarse irremisiblemente

Oscuridad. Pero no completa. Pilotos. El piloto de los enchufes. El piloto de la televisión. Los dos rojos. Piloto y copiloto, los dos verdes, de mi ordenador. Sendos. Vuelo al infierno. Su billete, por favor. No tengo. Bueno, es igual, aquí entra cualquiera, ¿sabe? Sabe a menta, el infierno. A menta rosa. Una especie de música suena, como un tono constante, como una repetición, como la música de un ascensor. Se interrumpe. Un sonido, un chirrido triste. Las luces rojas y verdes y rosas se apagan. Hay una luz blanca, la del ascensor. También se apaga. Oscuridad. El ascensor es estrecho. Estrecho y ahora también bajo y corto y pequeño. Sólo me siento asfixiarme, no como si no hubiera aire, sino como si no entrara. Agua. Agua caliente. Agua hirviendo. Un grifo. El tubo. La cañería. Conductos y más conductos de ventilación. Un ventilador. Desorientación. Busco los pilotos, busco a los pilotos. Lamentamos informarles de que estamos teniendo dificultades técnicas por turbulencias. Por favor, permanezcan sentados o tumbados o atrapados, atrapados y encerrados y enterrados y, por qué no, incinerados también. Que no cunda el pánico, todo está controlado. Otra música, una música vibrante. A trompicones. Ah, bueno. Es que son gritos. No, disculpe, yo sólo quiero... No, por favor, déjenme pasar, yo puedo pasar, no soy quien creen, esto es una grave equivocación, yo debería estar al otro lado con.

domingo, 10 de enero de 2016

Puerta al País de las Maravillas

—Mira; me gustas, me gustas mucho. Y ya sé que se han equivocado conmigo, que no deberían perseguirme. Sé que tú lo entiendes, y te lo agradezco mucho. Pero no voy a entregarme, porque sé que tu explicación no los hará razonar —una pausa.
«Verás, yo... Estamos aquí, delante de esa portezuela —señalando—, y voy a huir allí abajo. No espero que lo entiendas y sé que no tengo derecho a pedirte esto, pero acompáñame. Por favor. Si no vienes, te quedarás aquí y no tendrás que explicar nada a nadie. Y prometo que no te molestaré más: fin de la historia.
«Pero si vienes... Bueno, no tengo nada racional que ofrecerte; ni siquiera puedo asegurarte que vayas a volver pronto o que cuando vuelvas seas la misma persona. Sólo sé decirte que te enseñaré un lugar increíble y lo descubriremos juntos. Vivirás aventuras que normalmente sólo podrías soñar. Es un lugar peligroso y extraño y lleno de... seres... bueno, seres peculiares, y allí las cosas... siguen otras reglas.
«Sé que todo esto te parecerá absurdo, pero, por favor, confía en mí. Es nuestra única oportunidad. ¿Lo harás?».

viernes, 1 de enero de 2016

Desesperanza #2

  Es duro ver cómo aquello que, hace no tanto, defendías con fiereza, creías con confianza absoluta, se deshace de repente. Te das cuenta de que vivías con los ojos velados y la flor que tan bella te parecía, cuyo olor te embriagaba, te resulta ahora mustia, vieja. Las palabras que antes te guiaban y reconfortaban son ahora poco más que una carcasa vieja, vieja y vacía. Te das cuenta de que lo que creíste era parcial, sesgado, incompleto, fútil, quebradizo.
  Y duele, no sólo porque descubres que vivías en una mentira y la amabas, sino porque ahora no sabes qué flor oler, qué palabras creer, en quién confiar. Qué amar.