miércoles, 17 de agosto de 2016

De desencuentros

   Son malos tiempos para la caza de tesoros. Antes era todo tan fácil como penetrar en la cueva, pala y candil en mano, y salir arrastrando oro, plata y diamantes, mientras que ahora se parece más a meterme en la cueva con los ojos cerrados y sin luz. Y sin pala, claro. No sé dónde demonios habré puesto mi pala.

   ¿He vaciado ya la cueva? ¿O es, acaso, que me han robado? ¿O siguen los tesoros ahí, sólo que ya no soy capaz de distinguirlos, separarlos, extraerlos? Me aterra esa posibilidad porque, al fin y al cabo, ¿de qué sirven los tesoros si no los puedo ver? Saber que están ahí no hace sino frustrarme. ¿Y si no puedo llevármelos? ¿Y si puedo verlos, tocarlos y, de alguna forma despreciable y enfermiza, disfrutar de ellos, pero no puedo sacarlos de la cueva? Podría venderlos y transferir, de alguna forma, su propiedad, pero a nadie le servirían de nada. A menos que montara un museo en mi cueva, aunque no sé si tengo derecho a hacer eso. Pero tampoco quiero, en realidad. Pensándolo bien, ¿me he equivocado de cueva? Aunque lo sabría, supongo. Es mi cueva. Tampoco sé entrar en otras cuevas: de hecho, ni siquiera sé si existen otras cuevas.

   Yendo un paso más allá, enfrentándome al problema de verdad: ¿me he confiado demasiado y mi cueva ya no existe? Sé que ha existido: de eso no me cabe la menor duda (y si cuestionara eso tendría que cuestionar todo lo demás, incluso a mí mismo), pero nunca he sabido si existiría indefinidamente: puedo afirmar que no sé si mi cueva existirá. Así que la gran pregunta es: ¿es ahora el momento en que mi cueva ha existido y ya no podrá existir porque ya no existe? En otras palabras, ¿está dejando de existir en este preciso momento? (Suponiendo, claro, que pueda dejar de existir y que ese paso de la "existencia" a la "no existencia" sea gradual o, cuanto menos, no instantáneo). Y, si es así, ¿puedo evitarlo? ¿Cómo encuentro la marcha atrás, cuando ni siquiera sé si hay una marcha que avance?
   Y si decido ponerme metafísico y recuerdo muy oportunamente que la cueva es producto de mi voluntad, y que aun así, no tengo confirmación de que exista, puede haber dos causas. En primer lugar, podría ser que mi voluntad no fuera que la cueva existiera (o que mi voluntad fuera que, activamente, la cueva no existiera), pero eso es mentira, porque deseo fervientemente, o mejor dicho, necesito, o aún mejor, necesito querer que la cueva exista. Lo que nos deja con la segunda, si cabe más paradójica, posibilidad: que mi voluntad no exista. Entonces, la cueva, desde luego, no existiría, porque no habría causa. Pero sé con la misma certeza que mi voluntad, insisto, es que la cueva exista y que, además, haya tesoros en ella.

   Por lo tanto, la única conclusión a un tiempo lógica y posible es que yo no exista.Y si yo no existo, bueno, entonces mejor que me calle.