miércoles, 31 de enero de 2018

Vientos de otros lados

Sopla una brisa fresca, colándose por las perneras de los pantalones y alborotando pelos.
No pretende ser un vendaval revolucionario y no anuncia ningún temporal, pero no tiene intención de cesar. Es cambiante: no está muy claro de dónde viene o hacia dónde va, y seguro que provocará unos cuantos "¡se ha girado el viento!", pero no le importa. De hecho, hay poco que le importe a la brisa.
La brisa trae unas cuantas cosas. Arrastra un poco de luz de cada color y algo así como una música lejana. Y, claro está, trae recuerdos en forma de olores. Y son olores suaves, recuerdos blandos: nada invasivo o agresivo. La brisa no tiene ninguna necesidad de ser agresiva.
Y lo más importante: la brisa no sopla para nadie en particular. Ella simplemente lo hace, sin preocuparse del quién o el cómo.
Así que quien quiera darse cuenta de su presencia, ajustará las velas, abrirá las ventanas y aspirará bien hondo, y quien no, bueno, pues tendrá una brisa en su contra (si no respira, puede que acabe por ahogarse), qué se le va a hacer.

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